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Mostrando entradas de 2016

No me importas.

Ahora que no estás cerca solo puedo pensar, preguntarme, qué haces o donde estás , en qué piensas, en quién piensas... Ya no hay impaciencia ni ganas, así que no voy a forzarme; no tengo miedo a perderte. Y lo intentaría una vez más, aunque fuera la primera, sin miedo ni prisas ni nada que perder. Porque ya no me importa, seria llorar pero con causa, le daría sentido a las noches en casa en las que no se ni quién soy. Pero me da igual que te vayas, aunque esté estropeado y ni todos los gurús sepan arreglarme mejor que tú. No es que me falten venas ni arterias coronarias, o algo que corra por ellas; es el ritmo el que me falta. Es el aire en los pulmones, que es plomizo como los días en que pienso que los metros que nos separan son cada vez más largos. Y ya ves, quería dejarte tirada, olvidarme de tu voz por unas horas para no recaer en la droga que es pasar los días pensando en ti. Asi que me tengo que decir que no me importas...

Hugin y Munin.

Sus muñecas parecen dispuestas a romperse en cualquier momento, lucen como ramas quebradizas alojadas en algún roble devastado. En el vértice de sus codos, se ven reflejados los minutos y las horas lapidadas entre las páginas de algún libro. Los libros , sus fieles compañeros, aquellos que jamás le juzgaron ni emprendieron el vuelo dejándola en tierra. Tiene un par de tulipanes insertos en sus clavículas, que sangran cada vez que su propia alma le abandona. Uno representa su apresión paradójica y otro contiene todas las sonrisas silenciadas. Recuerdo una ocasión en la que le arrebataron la flor más bonita ; y desde entonces sueña con los ojos abiertos e implora al universo que se agote el tiempo. No obstante este avanza con lentitud, por ello le asiste a ratos con finas aberturas que exilian inertes cascadas carmín, repletas de dolor. En sus frágiles tobillos lleva tatuadas a base de golpes sendas alas de Hugin y Munin . Aún nadie le ha visto e

Kagutsuchi.

Empiezo llorando consolada, explicando al mundo que la presión pudo más que los abrazos olvidados. Siempre me dijeron que una herida duele más cuando se está curando. ¿por qué dudarlo? Viendo cómo a cada corte me crecían más las alas. Y las lágrimas, confusas, bifurcaban en seda roja. Ahora han pasado eones desde la última palabra que, carente de cautela, me escupiste al corazón. Si desde que te vi me gustó la forma en que me desvelabas con el café de tus ojos ; sin invitarme después a tu vida, claro. Y de qué manera te ibas defendiendo, ante todo, el victimismo de Caperucita y lo brutal del lobo. Con muy pocos solsticios, y en compañía de tus ojeras con cafeína , has quemado más corazones que campos secos el verano. Una persona muy armada, pero no de valor, que arrasa los recovecos de esta existencia caduda. Unos labios gélidos, ardientes como Kagutsuchi , que más que derretirse se funden en mis ojos. Se le volatilizan las ideas, cuando busca la co

Entropía.

Igual que mi futuro a tu lado se resbaló el último mechón de tu pelo ya quemado; nos miramos, sólo queda un silencio ensordecedor. Con la sutil dulzura de un cisne, que sabe que no va a sobrevivir a otro invierno nuclear , lo tomo y te lo devuelvo. Tú sonríes, esto es una entropía , y me lo regalas a modo de recuerdo eterno. Yo lo rechazo, cariño , te aseguro que la eternidad está de nuestro lado. Asiente tu media sonrisa fingiendo tranquilidad. Responde mi cálido abrazo fingiendo que todo estará bien. Nos condenamos los miedos y nos comemos los pecados, me haces tan tuya que ya ni me pertenezco. Viéndonos caer, disfrutando del paisaje, que la senescencia solo se vive una vez. Leyendo a Quevedo con ropa de más, identificando un polvo enamorado; pero cuando este se moja, no resulta más que fango. Y tú no parabas de llover. Sé que pensabas  en mi sintiendo el terciopelo en tus abrazos. Rasgas en mis cuerdas canciones que jamás había tocado. Me tient

La princesa hebrea.

Hacía mucho que nadie hablaba, ni preguntaba, por la princesa hebrea que tantas noches me habla. ¿Es un esbozo de tu sonrisa eso que veo en el techo? Te prometí llevarte en un abrazo a las estrellas y ahí estás; en cada una de las de mi habitación, todas puestas en tu orden favorito. ¿Tienes un rato? Sé que para mí siempre lo tendrás... Ojalá repetir esas tardes dándole amor a insectos que a todos repugnaban; menos a nosotras, claro. Que te quiero , ya lo sabes, más de lo que te imaginas. Pero no logro perdonarte; que me dejastes aquí, en un mundo insulso y sin nadie para compartir. Que no tenías que irte tan lejos cuando yo te habría llevado a la misma luna, con tal de verte brillar como siempre . Que lo de tus pecas era envidia sana, que en ningún otro pómulo habrían quedado mejor. Me voy a ahorrar un final para un historia que no lo tiene. Me despido y espero impaciente a la siguiente ocasión en que vea tus ojos sonreírme desde la lejanía.

Rutina.

Este libro ya acabó hace cientos de días y, sin embargo, sigo leyendo su final una y otra vez como si por casualidad fuera a cambiar su desenlace. La historia de una pobre loca que hace tiempo perdió su techo; y ahora anda desamparada bajo la lluvia y las estrellas. Y parece que aquí no haya un alma, quizá no la haya, solo un tiempo frío. Los instantes se hacen eternidades constantes; y los segundos se congelan como gotas de rocío. Llevo eones sin leer cuentos felices, ni historias de amor que acaben bien. ¿Será el cielo el que es siempre oscuro o son mis recuerdos los que me engañan? Algo de luz debe de haber en mí para que siga buscando monedas en los fondos de las fuentes; como si fuera a encontrar algo... Pero el agua es tan opresiva que me duele el pecho a ratos, aunque ya no sepa si contiene algo a es un cadáver lo que ahí yace. Es como si ya no hubiera rumbo, como si solo me dejara llevar por la corriente y viviera para seguir preguntándome cada noche

A ras de suelo.

¿Qué voy a decirte que ya no sepas? Si cuando suspiraste, todo el invierno se concentró entre tus labios. Que hasta los pájaros que se pararon a mirarte, murieron congelados. Que sé que es Noviembre, un mes frío, pero no puede acabarse todo aquí. Que sé que tus fantasmas juguetean entre tus sábanas sin dejarte dormir. Que los recuerdos se te enredan en las pupilas, que un día brillaron como el jaspe, y te atormentan. Pero cariño, No puedes abandonarlo todo al azar. Que nada ha sido nunca fácil para ti, que lo entiendo. Pero no puedes permitir que una tristeza tan grande como la de tus ojos, aflija a todas las estrellas; incluido el sol. Tú, que brillaste como el fuego segundos antes de que lo apagaran. Has volado demasiado alto, como para estar a ras de suelo.

Las 10 palabras.

La epifanía que provoca dentro de mí, cuando le veo impasible girando la esquina. Su voz a cualquier hora un sonido melifluo irrefutablemente digno de M . Su sonrisa como balada, compuesta en clave de Fa junto a un espejo; sentimiento inefable. A cada época , a cada movimiento sonámbulo, a cada cuál más y más bello. Y buscándole alguna debilidad, me encuentro la serendipia de sus sueños por cumplir. Y la limerencia, a la que me somete, la comparo con lo etéreo de su mirada. Y aparece el arrebol de sus poderosas pupilas, que siempre desemboca en mágica  iridiscencia. Y de nuevo M, junto a mil y una  formas de describirle.

Su sonrisa y otras adicciones.

Una vez me dijeron que el cielo lloraba cuando me veía triste ; desde entonces no veo la lluvia igual. Ahora me gusta acunar cada gota, dejar que me cale hasta el corazón, ser como un iceberg a las puertas del infierno, esperanzada con que alguien escriba sobre mí cuando muera . Realmente esa sonrisa era mágica, de otro universo; y benditos sus dientes que habían cumplido más deseos que los de león. Entonces era casi verano y tú una persona estupenda, yo podía haber sido lo que quisiera y decidí ser yo misma. Me habría encantado congelar el tiempo, pararlo y deformarlo a gusto propio, pero es algo libre como tu mirada en medio de un sonrisa. Como el alpinista de esa boca reservada, que se arriesga a escalar sin cuerdas de sujeción con esa creencia ciega de que no caerá; y de que no le dejarás caer.

Poetas, putas y muertos de amor.

Dicen que cuando una puerta se cierra otra se abre de inmediato, pero aquí no corre ni el aire y es como si me estuviera asfixiando. Desde que te fuiste la vida dejó de redimirse, los puentes se hicieron más altos y las cuchillas más afiladas. Afloraron las cicatrices que creía sanadas y sangraron como nunca antes lo habían hecho; si alguien me hubiese dicho esto años atrás los habría mandado bien lejos de aquí. Con el tiempo descubres que la fe ciega nunca será buena consejera, Y que las noches, pertenecen; a los poetas , a las putas y a los que mueren de amor.

Ascuas.

Cada día un poco más te quemas un poquito, te rompo, te deshago en cenizas sin estar entre mis labios. Te agarro con cuidado por la cintura y parece que nos vamos al infierno. Tú me dejas tonto con tu aroma y yo me enciendo sin mecheros. Y te fumo un poquito y en el humo van tus lagrimas, tu corazón hecho trizas; ¿de mí? De mí solo quedan ascuas . Me destrozas los pulmones y te dejas en la nada, un parasitismo mutuo; una tragedia sin escalas.

Sobrevivir a M.

Hoy he abrazado a M . que me ha quemado con su recuerdo, me ha hecho cenizas y ha soplado deseando en alto. He contado sus pestañas y le he hecho un pincel con las mías; pero ella ya no pinta al óleo, ahora sombrea el mundo con un carboncillo. Ayer tenía claro que no volvería a abrazar a M . porque ya no era la misma M . de siempre, ahora estaba loca por otra letra que no correspondía con mi nombre. Será que me ha tocado ser su Polifemo y ella más Galatea que nunca tras una pastora diferente a mí alejándose más a cada paso que acerco. Mañana no sabré si volveré a abrazar a M . ni tampoco si la volveré a ver, ni siquiera me mirará en la despedida, estará ocupada contando luciérnagas fugaces. M. ya no me amará en todos los dialectos y habrá planeado una vida diferente a la mía, pero en secreto seguirá siendo mi chica libro; aquella que leería hasta el final de mis días.

Jodidxs dementes.

Un cuerpo inerte cae desde un séptimo piso, y tú corres escaleras abajo para ver si te cae todo el peso encima; pero nunca llegas a tiempo. Es como un escorpión que sabe que todas sus crías van a morir si no sale de debajo de la roca a enfrentarse al árido desierto. Como una niña pequeña a la que han empujado al charco y tiene que explicar a su madre que ha empapado su vestido nuevo. Hay que compararle con un huracán, con un terremoto en Tokio , con el tsunami que aniquiló Fukushima e irradió a millones de seres. He visto amaneceres con menos hambre que su boca un domingo entre sábanas y a mí practicando el funambulismo sobre su deseo temerosa de caer en sus garras lascivas . Pero no puedes escapar cuando te agarra con su obsesión, cuando te sienta frente a frente y dictamina: que me encanta esto tan así , tan aquí y tan ahora . Vale, muerde y desgarra mi cuello. Tan te agarro fuerte las muñecas para evitar que huyas, tan me bebo tus miedos ferozmente, que

Al inframundo, por favor.

La niña ya no sonríe, ya no disfruta los pequeños placeres que le ofrece la vida. Ya no es feliz cuando le estrechan una mariquita, ya no ve sus colores, ahora es solo un insecto más. La niña ya no sonríe, no disfruta con las canciones de cuna, mientras el atardecer le cae encima ella se deja aplastar por los miedos. Ya no mantiene la mirada a cualquiera que le busque los ojos, le han vuelto a crecer los dientes y ella solo busca que se le caigan. La niña ya no sonríe... ¿Acaso importa? Nadie va a bajar al infierno para salvar un alma que no tiene remedio, ni quiere tenerlo. Nadie va a arriesgarse y menos con un caso tan perdido: donde no hay nada que ganar las pérdidas están aseguradas. Pero la niña lo entiende y no culpa a nadie de dejarla caer al vacío, sin pasarse a verla perder. A ella le gusta pasear por el borde del precipicio, con los ojos vendados y haciendo equilibrio sobre su dolor. Es como una perfecta contradicción: se lesiona

La teoría de sus pestañas y otras cuestiones.

Vale,  adiós . Despide este invierno, que es el último que busco tus ojos  en el frío de la noche. Y es que joder, eran tan gélidos, que resultaban quemaduras de tercer grado grabadas en el pecho. Yo me grabo tus palabras y trato de escribir otras  que no suenen tanto a desesperación. Y jode desmontar tantas teorías con tus pestañas , porque todo acaba donde empiezan tus miedos, porque todo empieza donde termina tu aura, porque todo el mundo es una mierda, pero tú no.  Apago la llama de mis ojos y me quemo con el fuego de los tuyos, y te lanzo mis despojos a la cara para ver si puedo cegarte, y quizás así me mires de otra manera. Deja de intentar cruzar mis ideas, no seas kamikaze , escapa de ese campo dinamitado antes de que saltes en pedazos, en pedazos tan pequeños que ni los cuervos se los coman. ¿Recuerdas aquel camino de tonos amarillos? Allí donde nuestras manos se abrazaron, donde nuestros ojos se encontraron, donde nuestros labios..

Como una balada de Johnny Cash.

Esa persona no era de este mundo. Reflejado en sus ojos podías ver Neptuno, abrigado entre sus labios estaba el invierno y bendito iceberg, que nunca mostraba su totalidad. Se te clavan espinas entre las uñas si intentas tocarla, porque no puedes dañar a un ser tan hermoso, porque no está hecha de células, sino de versos, y su cuerpo es un libro digno de leer. Puede levantarte sin mayor esfuerzo o rasgarte como una balada de Johnny Cash ; ella decide casi sin saberlo, inmersa en sus textos y creando magia. Entre los dedos le crecen corales y de la nuca le brota una rosa, tiene en su mano el arma y yo, su Kurt Cobain , temiendo a cada momento que apriete el gatillo y se libere de mí. En verano las abejas le hacen un panal justo debajo del ombligo, si lo colmas de cosquillas en Chernobil nacen lirios: pero para eso hay que ser muy valiente, es posible que no vuelvas con vida. Tenerla y amarla supone el mayor desastre al que te puedes enfrentar, pero qué esp

Poetisa de otra galaxia.

Ni mirando todos estos faros que iluminan la costa durante la noche, consigo encontrar una luz que brille más que la de tus ojos. Es que me has abrazado demasiado profundo y me has calado hasta los huesos, te has impuesto como nombre y apellido en cada uno de mis poemas. Ahora no hay vuelta atrás: no logro leer a Irene . Me es imposible deleitarme con Elvira , sin encontrarte entre renglones provocándome de forma subliminal. Te has colado hasta en mis momentos de lectura, esos que componían lo que sobraba de mi 80% agua y mi 19%lágrimas... Maldita seas planeta de nombre compuesto , por hacerme dependiente de un droga que no podré dejar. Bendita seas poetisa de otra galaxia , por devolverme los mismos motivos por los que me hicistes perder.

A media luz.

En ocasiones hace mucho frío en ese chico. Era como la nieve:  hermoso y gélido a la vez, pero nunca te hiela pero nunca te quema. Es bonito abrazarlo, ya que es su abrigo favorito  estar entre mis brazos. Y yo paso horas  pensando en él,  aún si estoy rota en ese momento. Aunque ahora sólo las estrellas son testigo  de cómo tu ausencia crea en mí nostalgia; no voy a rendirme ante la estrechez de los sofás pequeños, de cómo tu ausencia crea en mí tristeza; no voy a refugiarme en un recuerdo a medias. A veces resulta un poco autodestructivo,  como el fuego a la leña vieja  o como un día sin verte. Y te prometo aquí y ahora,  sin que te quepa lugar a duda,  que no voy a soportar verte triste.  Si te siento sollozar,  te voy a hacer lo que la primavera con el campo marchito. De cualquier modo  voy a impedir que te alejes más y más de mi... Bueno, ya veremos quién hace florecer a quién, porque yo me siento igual de

El chico de las mil constelaciones.

El chico de las mil constelaciones, ese al que le crecían tulipanes en el pecho que después no puedes arrancar, porque le enraizaran en el corazón y son demasiado hermosos para cortarlos. Cuesta imaginárselo de noche en la cama, tapado y despierto, tratando de explicarle a los niños por qué existe la muerte, pero se le mojan las pestañas y le pesan demasiado. Y se le cuelan las inseguridades entre las costillas y le calan los miedos en los huesos, que hermosa catástrofe era verle romperse y romper a todos a su alrededor. Un día se derrumbó, se le atrincheró en las piernas para no descender más allá del suelo y le mojó las rodillas de lágrimas. Pero todavía no han encontrado un material resistente para pulir la porcelana de su piel sin que se le escapen los sueños ligeros arrastrados por el viento. ¿Podría alguien contar todas las estrellas del universo? Pues igual de imposible resulta con sus lunares: el chico de las mil y una