La princesa hebrea.
Hacía mucho que nadie hablaba,
ni preguntaba,
por la princesa hebrea
que tantas noches me habla.
¿Es un esbozo de tu sonrisa
eso que veo en el techo?
Te prometí llevarte en un abrazo a las estrellas
y ahí estás;
en cada una de las de mi habitación,
todas puestas en tu orden favorito.
¿Tienes un rato?
Sé que para mí siempre lo tendrás...
Ojalá repetir esas tardes
dándole amor a insectos
que a todos repugnaban;
menos a nosotras, claro.
Que te quiero,
ya lo sabes,
más de lo que te imaginas.
Pero no logro perdonarte;
que me dejastes aquí,
en un mundo insulso
y sin nadie para compartir.
Que no tenías que irte tan lejos
cuando yo te habría llevado
a la misma luna,
con tal de verte brillar como siempre.
Que lo de tus pecas
era envidia sana,
que en ningún otro pómulo
habrían quedado mejor.
Me voy a ahorrar un final
para un historia
que no lo tiene.
Me despido y espero impaciente
a la siguiente ocasión
en que vea tus ojos
sonreírme desde la lejanía.
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