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Mostrando entradas de febrero, 2019
Así como Diego Ojeda: Nunca quiero que te vayas y no quiero que te vayas nunca. Que estoy dispuesta a clavarme tallos de girasoles muertos en los ojos, solo para sentirte mejor. Y eso de las cuencas vacías era una excusa que se desmentía a base de lágrimas. Lo que no sabes aún es que llevo cuatro primaveras escribiendo por algo así, esperando una oportunidad, recogiendo los jazmines secos que dejó la mayoría de edad. Que nunca quiero que te vayas y no quiero que te vayas nunca. Que todo lo que necesito de mí es a ti respirando; y el asesino con el puñal en la mano. Caliéntalo en mi pecho. No mires tras la butaca, que Cortázar tiene una sorpresa para nosotros. Sabes que con la niebla en los ojos, estamos conteniendo otro millar de lágrimas que no esperan ser comprendidas. No quiero que abandonemos algo que ya nos está abandonando a nosotros. Que nunca quiero que te vayas y no quiero que te vayas nunca . Y así te imagino a veces; con los iris agrietados y lo

Tan complejo como infinito.

Ondea en el cielo con sus tonos púrpura, buscando una respuesta válida a la soledad que lo ampara. Si intentas resumirlo te das contra un muro; es tan complejo como infinito . Le veo implacable, navegando en un mar de gente que no entiende su mente intrínseca, bonita, única, imparable... Me asusto y encaro mi miedo. Cuanto menos segura estoy de esto más fuerte te agarro de la mano; y entre temores e inseguridades miro al cielo y lo veo. Las galaxias confusas se aniquilan, implosionan y nos arrastran con ellas. Nos desvanecemos entre polvo de estrella que nos abrasa la retina y nos ciega. No importa, aún podemos buscarnos a oscuras. Uniré las constelaciones entre tus lunares sin necesidad de verte. Ahora en la cima no encuentro las palabras que expliquen cómo extingues todos esos fantasmas solo con mirarlos. Y los demonios huyen despavoridos perdiendo todo lo que tú ganas de mí; pero entre lágrimas y risas me quedo con toda e