Su sonrisa y otras adicciones.

Una vez me dijeron
que el cielo lloraba
cuando me veía triste;
desde entonces no veo la lluvia igual.

Ahora me gusta acunar cada gota,
dejar que me cale hasta el corazón,
ser como un iceberg a las puertas del infierno,
esperanzada con que alguien escriba sobre mí cuando muera.

Realmente esa sonrisa era mágica,
de otro universo;
y benditos sus dientes
que habían cumplido más deseos que los de león.

Entonces era casi verano
y tú una persona estupenda,
yo podía haber sido lo que quisiera
y decidí ser yo misma.

Me habría encantado congelar el tiempo,
pararlo y deformarlo a gusto propio,
pero es algo libre
como tu mirada en medio de un sonrisa.

Como el alpinista de esa boca reservada,
que se arriesga a escalar sin cuerdas de sujeción
con esa creencia ciega de que no caerá;
y de que no le dejarás caer.

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