A media luz.

En ocasiones hace mucho frío en ese chico.
Era como la nieve: 
hermoso y gélido a la vez,
pero nunca te hiela
pero nunca te quema.

Es bonito abrazarlo,
ya que es su abrigo favorito 
estar entre mis brazos.
Y yo paso horas 
pensando en él, 
aún si estoy rota en ese momento.

Aunque ahora sólo las estrellas son testigo 
de cómo tu ausencia crea en mí nostalgia;
no voy a rendirme ante la estrechez
de los sofás pequeños,
de cómo tu ausencia crea en mí tristeza;
no voy a refugiarme
en un recuerdo a medias.

A veces resulta un poco autodestructivo, 
como el fuego a la leña vieja 
o como un día sin verte.

Y te prometo aquí y ahora, 
sin que te quepa lugar a duda, 
que no voy a soportar verte triste. 
Si te siento sollozar, 
te voy a hacer lo que la primavera con el campo marchito.
De cualquier modo 
voy a impedir que te alejes
más y más de mi...


Bueno,
ya veremos quién hace florecer a quién,
porque yo me siento igual de pérdida que tú.
Pero no pasa nada, mi cielo,
que hasta la Luna tiene sus abismos 
y nos parecen hermosos de contemplar.

Y voy a estar aquí,
aunque solo sea para abrazarte por la espalda
a media luz,
y cuidarte, 
y protegerte,
de todos y cada uno de tus días malos.

Los días malos,
son esos en los que no me hablas
no me llamas 
o no me miras... 
Vaya desperdicio de días aquellos 
en los que la Luna nos ilumina 
en distintas ventanas.
Que pena de días...

Por ello aprovecharé los momentos 
en los que la lluvia nos moje en la misma calle,
para hacerte sonreír al menos
la cuarta parte de tus lágrimas.


Y si te da
como de costumbre
por saber qué vi en ti,
te responderé 
al estilo de Elvira Sastre:

"Una flor, en medio de un campo en ruinas."

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