Como una balada de Johnny Cash.

Esa persona no era de este mundo.
Reflejado en sus ojos podías ver Neptuno,
abrigado entre sus labios estaba el invierno
y bendito iceberg,
que nunca mostraba su totalidad.

Se te clavan espinas entre las uñas
si intentas tocarla,
porque no puedes dañar a un ser tan hermoso,
porque no está hecha de células,
sino de versos,
y su cuerpo es un libro digno de leer.

Puede levantarte sin mayor esfuerzo
o rasgarte como una balada de Johnny Cash;
ella decide casi sin saberlo,
inmersa en sus textos
y creando magia.

Entre los dedos le crecen corales
y de la nuca le brota una rosa,
tiene en su mano el arma
y yo, su Kurt Cobain,
temiendo a cada momento que apriete el gatillo
y se libere de mí.

En verano las abejas le hacen un panal
justo debajo del ombligo,
si lo colmas de cosquillas
en Chernobil nacen lirios:
pero para eso hay que ser muy valiente,
es posible que no vuelvas con vida.

Tenerla y amarla
supone el mayor desastre
al que te puedes enfrentar,
pero qué espectáculo es verla recitar.
Y las ninfas a su alrededor,
muertas de envidia,
blasfeman contra ella...

No sé por qué,
pero sospecho,
que este no será el último poema
que le escriba sin acabar.

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