Suerte que siempre nos recoges.

A este Palacio sempiterno 
no lo detienen ni los huracanes.



Es por ti que quiero llorar
y no sé explotar a tiempo.
Por ti sé amar como un niño,
por ti puedo seguir;
y me quiero acabar.


Cómo te voy a abandonar
si me has enseñado a amar.
A veces te veo tan cansada,
que parece que te vas a derrumbar,
y sin embargo esas ojeras me conmueven;
sigo sin saber muy bien como sigues adelante.


Yo aquí, agarrándome a una rosa ardiendo
y a ti no te detienen ni lo huracanes. 

Cómo voy siquiera a seguirte,
si me llevas la delantera desde hace años.


No, no eres perfecta,
de hecho a veces estás loca;
pero quizá por eso te quiero. 

Porque abro la ventana 
y siempre has estado ahí,
sentada en el saliente
dispuesta a acompañarme.


Con esa sonrisa triste
que apena a las golondrinas
y las hace caer al suelo.

Suerte que siempre nos recoges.


¿Que puedo decirte?
A veces te he odiado, siempre me has perdonado,
pero nunca he querido a nadie más que a ti. 

Así que gracias, por hacerme volar
y ver que había algo mas allá de las ruinas.


¿Que te voy a decir?
Sigo esperando a que te lances por fin. 

O quizá estás esperando en tu jaula
a que venga embriagado a sacarte.


Nos hemos apuñalado, nos hemos amado,
y apenas puedo resumir en palabras
lo amargo que ha sido el camino;
pero lo he disfrutado tanto...



Quizá nos separemos, y te diga adiós,
y te recuerde con una lagrima
saboreando en los labios
la sal de nuestros llantos.


Pero al menos habremos bailado,
habremos aprovechado un final.

Fingiremos que nos vamos a separar.
 
Pero en secreto te estaré pensando,
esperando a verte de nuevo.

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