Como Ícaro rozando el sol pero sin alas.

Me has dejado un millar de caricias estancadas en Noviembre
y varios cúmulos de abrazos que se escudan impasibles;
cúmulos que ya no son galaxias.

Algunas lágrimas grises se ocultan entre las pestañas,
insalubres,
esperando llorarse frente a un digno de su ternura.


Si te espero, sé que te estás marchando,
por ello me limito a esquivarte;
recorriendo los bulevares que me aterran
cuando se supone que sería un dolor fugaz.


Ahora es cuando te regalo todos mis ayeres que no han pasado,
suplicándote que los cuides como si nunca me hubiesen dañado;
quizás con el tiempo los estrechas entre tus brazos
para que tu vigilia taciturna acabe de matarlos.

Y yo seguía creyendo
que no temías al azar que nos decide,
siempre que tu camino se bifurcara
en mis desgastadas pupilas.

No me importa,
no te lloro,
te espero para abrazarte en el otro lado del espejo:
eres Alicia con miedo a cruzarlo.


Pero me sigues exigiendo que acierte una flecha
con el arco hecho trizas,
así como Ícaro:


rozando el sol pero sin alas.




Comentarios

Entradas populares de este blog

A ras de suelo.

El pozo de brea.

La teoría de sus pestañas y otras cuestiones.