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Mostrando entradas de abril, 2016

La teoría de sus pestañas y otras cuestiones.

Vale,  adiós . Despide este invierno, que es el último que busco tus ojos  en el frío de la noche. Y es que joder, eran tan gélidos, que resultaban quemaduras de tercer grado grabadas en el pecho. Yo me grabo tus palabras y trato de escribir otras  que no suenen tanto a desesperación. Y jode desmontar tantas teorías con tus pestañas , porque todo acaba donde empiezan tus miedos, porque todo empieza donde termina tu aura, porque todo el mundo es una mierda, pero tú no.  Apago la llama de mis ojos y me quemo con el fuego de los tuyos, y te lanzo mis despojos a la cara para ver si puedo cegarte, y quizás así me mires de otra manera. Deja de intentar cruzar mis ideas, no seas kamikaze , escapa de ese campo dinamitado antes de que saltes en pedazos, en pedazos tan pequeños que ni los cuervos se los coman. ¿Recuerdas aquel camino de tonos amarillos? Allí donde nuestras manos se abrazaron, donde nuestros ojos se encontraron, donde nuestros labios..

Como una balada de Johnny Cash.

Esa persona no era de este mundo. Reflejado en sus ojos podías ver Neptuno, abrigado entre sus labios estaba el invierno y bendito iceberg, que nunca mostraba su totalidad. Se te clavan espinas entre las uñas si intentas tocarla, porque no puedes dañar a un ser tan hermoso, porque no está hecha de células, sino de versos, y su cuerpo es un libro digno de leer. Puede levantarte sin mayor esfuerzo o rasgarte como una balada de Johnny Cash ; ella decide casi sin saberlo, inmersa en sus textos y creando magia. Entre los dedos le crecen corales y de la nuca le brota una rosa, tiene en su mano el arma y yo, su Kurt Cobain , temiendo a cada momento que apriete el gatillo y se libere de mí. En verano las abejas le hacen un panal justo debajo del ombligo, si lo colmas de cosquillas en Chernobil nacen lirios: pero para eso hay que ser muy valiente, es posible que no vuelvas con vida. Tenerla y amarla supone el mayor desastre al que te puedes enfrentar, pero qué esp

Poetisa de otra galaxia.

Ni mirando todos estos faros que iluminan la costa durante la noche, consigo encontrar una luz que brille más que la de tus ojos. Es que me has abrazado demasiado profundo y me has calado hasta los huesos, te has impuesto como nombre y apellido en cada uno de mis poemas. Ahora no hay vuelta atrás: no logro leer a Irene . Me es imposible deleitarme con Elvira , sin encontrarte entre renglones provocándome de forma subliminal. Te has colado hasta en mis momentos de lectura, esos que componían lo que sobraba de mi 80% agua y mi 19%lágrimas... Maldita seas planeta de nombre compuesto , por hacerme dependiente de un droga que no podré dejar. Bendita seas poetisa de otra galaxia , por devolverme los mismos motivos por los que me hicistes perder.

A media luz.

En ocasiones hace mucho frío en ese chico. Era como la nieve:  hermoso y gélido a la vez, pero nunca te hiela pero nunca te quema. Es bonito abrazarlo, ya que es su abrigo favorito  estar entre mis brazos. Y yo paso horas  pensando en él,  aún si estoy rota en ese momento. Aunque ahora sólo las estrellas son testigo  de cómo tu ausencia crea en mí nostalgia; no voy a rendirme ante la estrechez de los sofás pequeños, de cómo tu ausencia crea en mí tristeza; no voy a refugiarme en un recuerdo a medias. A veces resulta un poco autodestructivo,  como el fuego a la leña vieja  o como un día sin verte. Y te prometo aquí y ahora,  sin que te quepa lugar a duda,  que no voy a soportar verte triste.  Si te siento sollozar,  te voy a hacer lo que la primavera con el campo marchito. De cualquier modo  voy a impedir que te alejes más y más de mi... Bueno, ya veremos quién hace florecer a quién, porque yo me siento igual de

El chico de las mil constelaciones.

El chico de las mil constelaciones, ese al que le crecían tulipanes en el pecho que después no puedes arrancar, porque le enraizaran en el corazón y son demasiado hermosos para cortarlos. Cuesta imaginárselo de noche en la cama, tapado y despierto, tratando de explicarle a los niños por qué existe la muerte, pero se le mojan las pestañas y le pesan demasiado. Y se le cuelan las inseguridades entre las costillas y le calan los miedos en los huesos, que hermosa catástrofe era verle romperse y romper a todos a su alrededor. Un día se derrumbó, se le atrincheró en las piernas para no descender más allá del suelo y le mojó las rodillas de lágrimas. Pero todavía no han encontrado un material resistente para pulir la porcelana de su piel sin que se le escapen los sueños ligeros arrastrados por el viento. ¿Podría alguien contar todas las estrellas del universo? Pues igual de imposible resulta con sus lunares: el chico de las mil y una