Si estoy borracho, qué me importas.
Encontré una hora oculta
secreta entre las agujas
de un reloj que no se movía.
En ese momento eras escoria,
pero que importa si hay ginebra;
estoy bebido y no hay puerta
de emergencia en este antro.
Las nubes me abrazan las mejillas
mientras caigo al suelo desplomado,
pero suena música que me inunda.
Por mi puede irse todo al carajo;
si estoy borracho qué me importas.
Un borracho triste.
Uno que palpita.
Uno que ríe y gira.
Que se tambalea mirando
fijamente a tus ojos.
Y te graba en las pupilas
su extraño coctel
de amor y odio.
Y te abraza.
Y cae.
Y sueña.
«Menuda forma de volver tiene el Palacio. Gracias.»
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