El huracán.
Corre, que viene el huracán , con su furia y con su rabia arrasando los campos marchitos, con su reguero de lágrimas. Se come la tierra y corroe el mar, avanza indĂłmito por la calle; y yo lo busco a ver si me lleva a algĂşn lugar que me despierte. Si me empuja lejos, me desplomo, pero me yo levanto, lo intento, aunque me arranque los brazos; yo voy, lo miro y lo muerdo. Aunque a veces me lance ramas yo las recojo y hago un fuerte, el huracán puede ser bello cuando se lleva los pĂ©talos de las flores que ya no crecen. Es una lucha entre corrientes que no comprendo, y no me importa, porque lo contemplo a un metro y me entretengo con admirarle. Incluso lo compadezco cuando lo veo retorcerse de dolor; entre el frĂo y el calor que lo carcomen hasta sus más profundos huesos. El huracán quiere morir en el mar y yo solo quiero que sea brisa otra vez; quiero que vuelva a acariciar la hierba, y pensar en oler a tierra hĂşmeda, y a helarme las venas