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Mostrando entradas de noviembre, 2016

No me importas.

Ahora que no estás cerca solo puedo pensar, preguntarme, qué haces o donde estás , en qué piensas, en quién piensas... Ya no hay impaciencia ni ganas, así que no voy a forzarme; no tengo miedo a perderte. Y lo intentaría una vez más, aunque fuera la primera, sin miedo ni prisas ni nada que perder. Porque ya no me importa, seria llorar pero con causa, le daría sentido a las noches en casa en las que no se ni quién soy. Pero me da igual que te vayas, aunque esté estropeado y ni todos los gurús sepan arreglarme mejor que tú. No es que me falten venas ni arterias coronarias, o algo que corra por ellas; es el ritmo el que me falta. Es el aire en los pulmones, que es plomizo como los días en que pienso que los metros que nos separan son cada vez más largos. Y ya ves, quería dejarte tirada, olvidarme de tu voz por unas horas para no recaer en la droga que es pasar los días pensando en ti. Asi que me tengo que decir que no me importas...

Hugin y Munin.

Sus muñecas parecen dispuestas a romperse en cualquier momento, lucen como ramas quebradizas alojadas en algún roble devastado. En el vértice de sus codos, se ven reflejados los minutos y las horas lapidadas entre las páginas de algún libro. Los libros , sus fieles compañeros, aquellos que jamás le juzgaron ni emprendieron el vuelo dejándola en tierra. Tiene un par de tulipanes insertos en sus clavículas, que sangran cada vez que su propia alma le abandona. Uno representa su apresión paradójica y otro contiene todas las sonrisas silenciadas. Recuerdo una ocasión en la que le arrebataron la flor más bonita ; y desde entonces sueña con los ojos abiertos e implora al universo que se agote el tiempo. No obstante este avanza con lentitud, por ello le asiste a ratos con finas aberturas que exilian inertes cascadas carmín, repletas de dolor. En sus frágiles tobillos lleva tatuadas a base de golpes sendas alas de Hugin y Munin . Aún nadie le ha visto e