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Mostrando entradas de octubre, 2016

Kagutsuchi.

Empiezo llorando consolada, explicando al mundo que la presión pudo más que los abrazos olvidados. Siempre me dijeron que una herida duele más cuando se está curando. ¿por qué dudarlo? Viendo cómo a cada corte me crecían más las alas. Y las lágrimas, confusas, bifurcaban en seda roja. Ahora han pasado eones desde la última palabra que, carente de cautela, me escupiste al corazón. Si desde que te vi me gustó la forma en que me desvelabas con el café de tus ojos ; sin invitarme después a tu vida, claro. Y de qué manera te ibas defendiendo, ante todo, el victimismo de Caperucita y lo brutal del lobo. Con muy pocos solsticios, y en compañía de tus ojeras con cafeína , has quemado más corazones que campos secos el verano. Una persona muy armada, pero no de valor, que arrasa los recovecos de esta existencia caduda. Unos labios gélidos, ardientes como Kagutsuchi , que más que derretirse se funden en mis ojos. Se le volatilizan las ideas, cuando busca la co

Entropía.

Igual que mi futuro a tu lado se resbaló el último mechón de tu pelo ya quemado; nos miramos, sólo queda un silencio ensordecedor. Con la sutil dulzura de un cisne, que sabe que no va a sobrevivir a otro invierno nuclear , lo tomo y te lo devuelvo. Tú sonríes, esto es una entropía , y me lo regalas a modo de recuerdo eterno. Yo lo rechazo, cariño , te aseguro que la eternidad está de nuestro lado. Asiente tu media sonrisa fingiendo tranquilidad. Responde mi cálido abrazo fingiendo que todo estará bien. Nos condenamos los miedos y nos comemos los pecados, me haces tan tuya que ya ni me pertenezco. Viéndonos caer, disfrutando del paisaje, que la senescencia solo se vive una vez. Leyendo a Quevedo con ropa de más, identificando un polvo enamorado; pero cuando este se moja, no resulta más que fango. Y tú no parabas de llover. Sé que pensabas  en mi sintiendo el terciopelo en tus abrazos. Rasgas en mis cuerdas canciones que jamás había tocado. Me tient